OVNIs, Recuerdos y Autoengaños: Lo Que Realmente Vimos


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Cuando era niño, juré —pero juré con toda el alma— haber visto un coche descapotable avanzar sin conductor. No una, sino dos veces. Lo recuerdo vívido, como una escena de película.

Hoy sé que probablemente fue una mezcla de imaginación, sueño y las ganas infantiles de creer algo increíble. Pero, en mi memoria, esa escena sigue teniendo textura de verdad.

Ahí está el detalle:
La memoria no es una cámara.
Es un editor con prisas, cortando y pegando escenas sin revisar la continuidad.

Especialmente en los temas “imposibles”:
OVNIs, apariciones, sombras extrañas, seres que flotan o nahuales que parecen cerdos alargados con piernas como ciempiés (sí, me contaron eso… real).

Gran parte de estas experiencias tienen una textura onírica, irregular, surreal, como si fueran sueños mal pegados. Pero nosotros insistimos en vestirlos de realidad.

Lo curioso es que seguimos buscando señales.
Antes eran vírgenes que lloraban, ahora son luces que hacen zigzag en el cielo.

Queremos creer.
Queremos sentir que no estamos solos.
Queremos que el universo nos hable… o al menos nos observe.

Y en esa mezcla de miedo, deseo y confusión, florece una fe moderna:
La fe OVNI.
La fe paranormal.
La fe del “yo lo vi”.

Porque creer es reconfortante.
Y dudar es incómodo...