Hay un momento justo antes de que te enciendan las cámaras en el que te preguntas: “¿Qué diablos hago aquí?”
Estoy en un set con luces rojas y azules, frente a un señor que me jura que los alienígenas trajeron el maíz. Y no sé qué es más absurdo: si su historia… o que haya una parte de mí que quiere preguntarle si también pactaron el precio.Y sí, ya sé lo que muchos pensaron: “¿Qué hace un escéptico en un altar de ovnis y chakras?”
Pero déjame te digo algo: no hay nada más divertido —ni más útil— que hablar de razón en medio del caos. Porque si el pensamiento crítico sólo puede ejercerse en lugares “serios”, entonces estamos fregados… porque, seamos honestos, ¿qué tan seria puede ser una televisión donde cada canal tiene su propio dogma?
En Maussan TV creen en visitantes del espacio. En Televisa, en los gobiernos del turno. En TV Azteca, en Pedrito Sola. Y en redes sociales, bueno… ahí todos creen ser expertos en todo: desde física cuántica hasta en niños "índigo".
Entonces, cuando alguien me dice: “Mario, no deberías ir a esos espacios por principio,” yo pienso: claro, porque nada dice “coherencia” como discutir sobre pluralidad desde tu burbuja de X.
Evitar un foro porque no estás de acuerdo con su fe es como negarte a ir a la cena familiar porque tu tío habla con su gato muerto.
El punto no es el lugar. El punto es no repetir el mismo rezo disfrazado de argumento.
Y, ¿saben qué? Debatir con creyentes del misterio tiene su encanto. Lo comparo con las artes marciales mixtas: durante siglos, cada escuela decía ser la mejor —kung-fu, karate, taekwondo— hasta que llegó la jaula, las artes marciales mixtas… y la realidad les dio una llave al ego.
Con las ideas pasa igual. Si tus argumentos no aguantan el octágono del debate, entonces no tienes ideas, tienes dogmas con autoestima.
Ahora, no voy a mentir: algunos debates en Maussan TV son muy eclécticos. Hay quien te habla de portales interdimensionales, y uno sólo quiere pedirles la ubicación para ver si ahí no existen aranceles.
Pero entre tanta cosa, ocurre algo más importante: la posibilidad de pensar en voz alta frente al mito. Y eso, jóvenes, no pasa todos los días...