Si eres pro-vida, peo estas a favor de las armas de fuego, a favor de
las corridas de toros, a favor de la caza de animales, y a favor de la pena de
muerte, en realidad es que tienes doble moral.
¿Puede una persona ser verdaderamente pro-vida si su ética no abarca una
resistencia consistente a la violencia y la muerte, incluso cuando no son
directamente humanas? La respuesta es no.
El debate sobre el valor de la vida es uno de los más fundamentales y
complejos de nuestra sociedad. Para quienes se auto-nombran como “pro-vida”, la
postura central es la defensa de la vida humana “desde la concepción”, aunque
hoy se sabe que eso de desde la concepción no es más es un falso mito. Sin
embargo, cuando esta convicción se yuxtapone con el apoyo a ciertas políticas y
prácticas “divertidas” violentas y letales, surge una duda razonable: ¿Los
“pro-vida” apoyan la muerte de otros?
Analicemos el panorama. Un individuo puede “argumentar” fervorosamente
por la protección del feto, pero al mismo tiempo ser un defensor acérrimo de la
portación irrestricta de armas de fuego. El apoyo a la proliferación de
instrumentos diseñados fundamentalmente para matar contradice la premisa de que
toda vida es sagrada. Las armas, por su naturaleza funcional, incrementan el
riesgo de homicidios, accidentes fatales y suicidios, sembrando la muerte en el
tejido social. La defensa de la vida, parecería, debería incluir la militancia
contra aquello que facilita su fin violento.
La contradicción se agudiza al examinar el apoyo a la pena de muerte. Si
la postura pro-vida se basa en el principio innegociable de que el Estado no
tiene derecho a quitar una vida, esta debe aplicarse a todos, sin excepción,
incluso a aquellos condenados por crímenes atroces. La vida no puede ser
"sagrada" al inicio de su existencia y "prescindible" al
final por una decisión judicial.
Pero la incoherencia no se detiene en lo humano. El “pro-vida” que
simultáneamente apoya prácticas como la caza deportiva o las corridas de toros
extiende su inconsistencia al reino animal. Si bien la defensa de la vida en el
movimiento pro-vida se enfoca primariamente en lo humano, la justificación de
infligir dolor y muerte por entretenimiento o “deporte” en las corridas de
toros, o por simple ocio, como en la caza, socava la sensibilidad ética que se
espera de alguien que pone el valor de la vida en el centro de su filosofía.
Se establece una “jerarquía” de valor donde el sufrimiento de un ser
vivo, en este caso un animal que es trivializado, lo cual desdibuja la
supuesta sensibilidad ante el acto de matar. Su defensa irracional de los fetos
se derrumba.
La respuesta común de ellos es que la “vida humana” posee una dignidad y
un valor intrínseco superior, distinto al animal. Desde esta perspectiva, sus
posturas son inconsistentes, pues defienden la “vida humana” en el vientre
materno, pero se aceptan la muerte de animales o de personas adultas por
consideraciones prácticas, divertidas o punitivas.
Reducen la bandera pro-vida a una preocupación singular y específica,
despojándola de la ética más amplia que debería implicar. Una ética
verdaderamente “pro-vida” no debería ser selectiva; debería manifestar una
resistencia profunda y consistente contra la violencia y la muerte evitable en
todas sus formas.
Cuando un individuo se define como pro-vida mientras abraza políticas y
prácticas que promueven la matanza, como los pro-armas y los pro-pena de
muerte, y que celebran la crueldad y el sufrimiento animal, con la caza y la
tauromaquia, lo que realmente revela es una moral a la carta. La
"vida" que defienden no es la vida en un sentido integral, sino una
etapa específica y un tipo de “vida” que encaja en su marco ideológico.
Una ética coherente exige que la defensa de la vida sea una filosofía
unificadora, un compromiso que se oponga a las formas de matar, sea en el
quirófano, en la calle con un arma, en el ruedo, o en la cámara de ejecución.
De lo contrario, el lema “pro-vida” se convierte en un simple eslogan político,
teñido de una innegable doble moral. Por todo eso, sabemos que la ideología
pro-vida sólo es una patraña (Invención urdida con propósito de engañar).
Ahí se las dejo de tarea.
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