Durante mi último debate en el programa de Yohanan Vargas, Cara a Cara, que se transmite por Maussan Televisión, alguien fuera de cámaras insistía en que Lucifer aparece literalmente en la Biblia. Incluso se me criticó por llevar una Reina-Valera 1960, pues en esa traducción el término no figura como tal. Sin embargo, más allá de la elección de versión, la cuestión es filológica e histórica: el nombre Lucifer no es hebreo, no aparece en los textos originales judíos y su asociación con el Diablo es el resultado de una interpretación cristiana tardía, consolidada a partir de la traducción de San Jerónimo en la Vulgata latina.
Isaías 14:12 es el único pasaje que tradicionalmente se tradujo como Lucifer. El hebreo dice:
הֵילֵל בֶּן־שָׁחַר (heylel ben-shachar), que significa “lucero de la mañana, hijo de la aurora”.
Este término se interpreta —por la gran mayoría de hebraístas, filólogos bíblicos y traductores modernos— como una referencia poética al astro matutino (Venus), símbolo de esplendor pasajero. El pasaje forma parte de una sátira contra el rey de Babilonia (Isaías 14:4 introduce la sección como una “burla” contra él). No se trata de un nombre propio, sino de un recurso literario, como señalan comentarios críticos contemporáneos, destinado a describir su arrogancia y caída.
La Septuaginta (siglo III–II a. C.), traducción griega de la Biblia hebrea, vertió heylel como ἑωσφόρος (heōsphóros), literalmente “portador de la aurora”. En la literatura griega clásica, este término designaba al astro de la mañana, sin connotaciones demoníacas. La Septuaginta confirma que los judíos helenistas entendían Isaías 14:12 en clave astronómica, no como figura diabólica.
La Vulgata de San Jerónimo: Lucifer
En el siglo IV, Jerónimo tradujo la Biblia al latín. Para Isaías 14:12 eligió la palabra lucifer, que en latín significaba simplemente “portador de luz” o “lucero del alba”. Era un término común en la poesía latina (Virgilio, Ovidio) para referirse a Venus.Con el tiempo, lectores cristianos comenzaron a entender Lucifer como nombre propio, y lo identificaron con la figura del Diablo. Este cambio semántico ocurrió en la exégesis cristiana, no en el judaísmo ni en el hebreo original.
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Virgilio, Geórgicas 3.324–325 |
carpere…”
(“cuando, con el primer astro de la mañana, el frío campo empieza a aprovecharse…”).
Aquí Lucifer significa "Venus".
La identificación con Satanás
Los Padres de la Iglesia, al interpretar Isaías 14:12 junto con pasajes del Nuevo Testamento (Lucas 10:18, Apocalipsis 12:7-9), empezaron a leer el texto como alusión a la caída de Satanás. Esta interpretación se consolidó en la Edad Media y se popularizó en obras literarias como La Divina Comedia de Dante o El Paraíso perdido de John Milton.Sin embargo, la crítica bíblica moderna y los estudios judíos coinciden en que Isaías hablaba de un rey humano y que la idea de un “Lucifer” demoníaco es una construcción teológica posterior.
La perspectiva judía
En el judaísmo rabínico, no existe “Lucifer” como nombre del Diablo. Si bien aparecen tradiciones sobre ángeles rebeldes (como Azazel en textos apócrifos o Samael en el misticismo), ninguna de ellas conecta con heylel ben-shachar. La idea de Lucifer como Satanás pertenece exclusivamente a la tradición cristiana, no a la judía.Resulta curioso que un suceso considerado por muchos como fundamental —la supuesta rebelión y caída de un ángel primordial— ni siquiera figure en la Biblia hebrea. Todo se trata de un mito desarrollado gradualmente, y que fue extendiéndose en la tradición cristiana a través de interpretaciones alegóricas y la incorporación de símbolos de diverso origen: desde imágenes astrales del Cercano Oriente hasta influencias apocalípticas y literarias medievales.