La primera vez que escribí sobre Naasón Joaquín García —el autoproclamado “apóstol” de esta iglesia—, en Argoff Tv, me impresionó el contraste entre la gravedad de los delitos que se le imputaban y el fervor ciego de miles de seguidores que lo defendían a capa y espada, incluso después de que él mismo aceptara su culpabilidad en Estados Unidos. Apenas la semana pasada compartí esas reflexiones otra vez, y ahora, de nuevo, el apellido Joaquín vuelve a rondar en los titulares. Como si el guion de esta historia no quisiera soltar el reflector.
Y aquí surge la primera pregunta, porque hay muchas: ¿qué hace que un grupo religioso, con un líder preso y con la madre del líder también detenida, siga teniendo tanto poder de convocatoria y de protección política en México?
Porque no nos engañemos: cualquier otro colectivo que hubiera sido sorprendido con un arsenal (aunque sea de utilería) en un campamento clandestino habría terminado convertido en espectáculo mediático, con discursos oficiales condenando la violencia y promesas de “mano dura”. Aquí, en cambio, el tono es… ambiguo: los detenidos no son criminales, dicen, sino “guardias de seguridad entrenados para proteger a sus líderes y sus templos”. Es decir, una especie de “guardaespaldas del apocalipsis”.
El problema es que la política mexicana tiene memoria selectiva. No es casualidad que en cada elección, en cada desfile de promesas, La Luz del Mundo aparezca como un aliado estratégico para los partidos. En Guadalajara, sus templos se convierten en foros políticos. En la Ciudad de México, sus líderes han tenido la alfombra roja en el Palacio de Bellas Artes. El Estado mira hacia otro lado, sonríe para la foto y aplaude las multitudes. ¿Y cuando aparecen las armas? Pues resulta que todo se trataba de un “camping para ovejas humanas”.
Sharim Guzmán, sobreviviente y denunciante de la Luz del Mundo, le dijo a José Cárdenas en Radio Fórmula algo que obliga a tragar saliva, como cuando escuchas un chisme que confirma lo que sospechabas, pero nunca te habían dicho en voz alta.
Uno ya sabe que la Luz del Mundo no es una iglesita de barrio que se junta a rezar el rosario en la cochera. No. Es un monstruo político disfrazado de religión. Morena les abrió las puertas para meter a sus miembros en listas de jueces y magistrados. Y todos lo vimos. Nadie nos lo contó.
Vimos a Sergio Mayer, del PRI reciclado a Morena, caminando casi de la manita con Naasón, como adolescente enamorado en la feria del pueblo. Claro, luego todos lo encasillamos como el oportunista en su debut político, el que pensaba que ser actor de Televisa era entrenamiento suficiente para la política. Spoiler: no lo era.
Vimos a Martí Batres, del PRD primero y luego Morena, ese mismo que nos quiso vender leche que no era leche, y además contaminada. La mayoría lo vemos como lo que es: un pelele con muchos seguidores, un influencer de la 4T en versión “abuelito regañón”.
Pero Sharim soltó la bomba: la lista de políticos cercanos a la Luz del Mundo no se acaba ahí.
• Héctor Yunes Landa, del PRI, diputado en Veracruz, con apellido de abolengo político que ya huele a naftalina.
• Enrique Alfaro, de Movimiento Ciudadano, el eterno rockstar de Guadalajara, siempre listo para la selfie con su gente.
• Jesús Pablo Lemus Navarro, también de Movimiento Ciudadano, hoy gobernador de Jalisco, heredero del mismo juego de alianzas donde la iglesia y la política se dan besos en lo oscurito.
• Mario Delgado, de Morena, hoy secretario de Educación Pública, como si fuera chiste que el hombre de las cuotas sindicales tenga el lápiz rojo más grande del país.
• Emmanuel Reyes Carmona, senador suplente de Marcelo Ebrard y también de Morena, otro soldado fiel al guion de la 4T.
• Favio Castellanos, diputado de Morena, que parece sacado del catálogo de “jóvenes promesas” pero con el guion viejo de obedecer al líder.
• Hamlet García Almaguer, también diputado de Morena, experto en discursos encendidos que suenan a stand-up barato.
• Y para cerrar con broche verde (literal), Israel Zamora, senador del Partido Verde, que nunca se pierde una oportunidad de vender caro su amor político.
Ahí está el mapa: Morena, PRI, Movimiento Ciudadano y el Verde. Todos abrazando —en mayor o menor medida— a una iglesia que tiene más tentáculos que villano de anime.
Pero volviendo al tema, que tampoco es menor, el periodista Arturo Ángel informó que varios de los detenidos de los que hablábamos, los “soldados de Dios”, eran originarios de Jalisco, Nayarit, Michoacán y el Estado de México, y que justificaron su entrenamiento diciendo que se preparaban… Para el fin del mundo. Un detalle menor que, digamos… No es un detalle menor: ¿Cuántos grupos armados en este país no han usado la misma excusa de la “defensa propia”? Así comienzan los cárteles, ¿a poco no? La diferencia es que aquí no hablamos de un cártel, sino de una iglesia con registro oficial, reconocimiento político y, sobre todo, votos.
Y la metáfora es inevitable: mientras en Michoacán los pueblos levantan guardias comunitarias con rifles viejos para defenderse del narco, La Luz del Mundo entrena a sus seguidores con armas de utilería para defender la fe.
Dios es amor, y si no me crees, pues ¡pum! y listo.
Unos luchan por sobrevivir, otros por preservar el mito. Pero ambos, paradójicamente, terminan bajo la misma mirada del Estado: sospechosos, útiles o invisibles, según convenga.