3I/ATLAS: el objeto interestelar que desató teorías de vida extraterrestre

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Aquella noche en que el cielo se desplomó sobre el desierto de Atacama, nadie lo notó. No hubo trompetas cósmicas, ni rayos cortando el horizonte. Fue un destello sutil, casi tímido, detectado el 1 de julio de 2025 por un telescopio automatizado escondido en el cerro Las Campanas, parte del Sistema ATLAS. Lo llamaron 3I/ATLAS, aunque a mí me gusta más su nombre de rebelde con clave de misión secreta: A11pl3Z. Suena como contraseña de WiFi o como el alias de un DJ Techno ochentero.
 
El caso es que, se trata, de un objeto interestelar —el tercero en la historia moderna— visto a unos 670 millones de kilómetros del Sol, avanzando con una elegancia brutal: a 61 km por segundo. Imagínatelo: eso es más del doble de la velocidad con la que un disparo de rifle de francotirador cruza el aire. A esa velocidad, si 3I/ATLAS tuviera una pizca de malas intenciones, ya estaríamos vendiendo boletos para el más allá.

Pero no. Lo que vino después fue todavía más insólito: un trío de entusiastas académicos, liderado por el inefable Avi Loeb, comenzó a sugerir que este objeto no era un cometa cualquiera, sino una nave alienígena encubierta que se dirige a la Tierra. O más bien, que ya llegó. Así, sin más, es tan loco como afirmar que tu esposa es reptiliana sólo porque frunce el ceño raro. Nadie lo haría… Bueno, corrijo, David Icke sí lo dijo. David Icke, por si no lo sabías, es el responsable de que hoy niegues el holocausto, creas en reptilianos y otras teorías conspirativas. No estás descubriendo el hilo negro, simplemente encontraste algún blog que hace eco de lo que él dijo.


¿Por qué necesitamos que venga alguien de fuera?

Esto no es nuevo. Desde que vimos por primera vez una estrella fugaz, hemos querido que nos mire alguien desde más allá. Nos gusta la idea de no estar solos... pero más aún, nos gusta sentirnos importantes. Loeb y compañía se suben a este deseo ancestral como surfistas sobre una ola de incertidumbre cósmica. Lo han hecho antes: lo hicieron con ‘Oumuamua en 2017 —ese otro objeto interestelar que parecía un bolillo interestelar mordido por un dios—, y ahora lo repiten con 3I/ATLAS.
Avi Loeb, profesor de Harvard con alma de Spielberg, asegura que podría ser una sonda, una especie de embajadora silenciosa de alguna civilización post-biológica. Adam Hibberd, programador británico con más simulaciones que paciencia, lanzó trayectorias que parecen salidas de “Star Trek”. Y Adam Crowl, miembro del Proyecto Icarus, no se quedó atrás con sus afirmaciones estilo History Channel: “Los alienígenas llegaron, espejean bien y saben estacionar en tres movimientos”.

¿Y si tienen razón?, me preguntan. Bueno, ¿y si no? Pensémoslo. En 1910, la humanidad pensaba que el paso del cometa Halley iba a matarnos con sus gases. Se vendieron botellas de aire puro, sermones de fin del mundo y sombreros especiales. En los 90, los del culto Heaven’s Gate se suicidaron creyendo que una nave los esperaba detrás del cometa Hale-Bopp. El cielo nocturno se ha vuelto nuestro espejo psicoanalítico: proyectamos en él lo que más tememos y lo que más deseamos.

Ahora bien: ¿por qué saltamos tan rápido a la idea de una invasión? Tal vez porque nos conocemos demasiado bien. Sabemos lo que haríamos nosotros si llegáramos a otro planeta. Es como cuando ves a un político sonriendo en campaña: no es que te caiga mal, es que te recuerda a ti mismo cuando quieres algo que no mereces.

Vamos a los hechos. 3I/ATLAS sigue una trayectoria hiperbólica. Es decir, va de paso. No gira alrededor del Sol, no acelera misteriosamente como ‘Oumuamua. No muestra señales de propulsión artificial, ni patrones de comunicación, ni luces intermitentes que digan "llevenme con su líder". Es un trozo de roca o hielo que ha viajado millones de años y que, en su infinita indiferencia, nos regaló un instante de contemplación.

Pero claro, eso no vende libros, ni clicks, ni seguidores en YouTube. Decir que es una roca que pasa a saludar es como admitir que tu esposa no es reptiliana. ¿Dónde está el drama? No se hacen titulares que digan: “Ayer un hombre en Naucalpan NO vio OVNIs”.

¿Y si el drama está en nosotros?

Nos cuesta aceptar el vacío. Un objeto interestelar debería traernos respuestas, no silencio. Pero ahí está: 3I/ATLAS no responde, no se desvía, no nos manda mensajes. Su misterio es real, pero no necesita ser resuelto con paranoia.

Yo también lo vi anoche —bueno, lo intenté, con mi telescopio casero en la azotea de mi edificio. Entre luces de la ciudad y el perro del vecino que no entiende lo sagrado del cosmos, me quedé pensando: ¿qué dice de nosotros que no podamos ver una piedra viajera sin convertirla en una amenaza?

Tediré algo. 3I/ATLAS se irá sin hacer olas y este podcast no volverá a ser visto después de eso. Nadie lo va a recordar. La piedrota espacial no soltará rayos láser ni bajará humanoides cabezones a instalar dictaduras interplanetarias. No vendrá a colonizarnos ni a iluminarnos. Sólo pasaba por aquí. Como los extranjeros que ves en las carreteras. No sabes si son millonarios o vagabundos. Los miras con desconfianza, con curiosidad, hasta con un poco de miedo... y luego se van.

Sólo quedamos nosotros, inventando cuentos para no sentirnos tan pequeños bajo la inmensidad del cielo...