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Nada mal, ¿cierto? Pero el problema comienza cuando pasa de datos a sensacionalismo. Los resultados son del Reino Unido y EE.UU., pero el titular suena como si Gen Z entera del planeta hubiera encendido sus velas. “Casi la mitad dice creer en Dios o en un poder superior”, dice… pero la traducción numérica original es modesta: en Inglaterra y Gales pasa de 29% a 48% entre 2018 y ahora. Eso no es tan dramático como un “resurgimiento” mundial.
Afshar menciona que esto va al revés de una tendencia secular. Sí, cierto. Pero no contextualiza que norteamericanos y europeos siguen siendo la generación menos religiosa de la historia. En EE.UU., solo alrededor del 25 % reza diariamente o asiste a misa al menos una vez al mes. En Reino Unido, entre 2016 y 2018 el 71 % de 18–24 no tenía religión. Que suba del 29 % al 48 % creyente, aún deja a más de la mitad en lo secular.
Afshar sugiere: Gen Z busca comunidad, sentido, consuelo tras la pandemia. No está mal, pero los ejemplos son escasos, anecdóticos y casi poéticos, no sólidamente investigados. Es decir: sentimos que están volviendo, pero no sabemos lo suficiente del porqué ni de cómo creen.
El artículo pasa por alto investigaciones recientes, que indican que los hombres gen Z se acercan más a la religión, mientras las mujeres se alejan debido a percepciones del machismo en las iglesias, o que en UK, el repunte religioso entre hombres jóvenes viene acompañado de preocupaciones sobre radicalización conservadora en redes sociales.
Mi lectura final es que sí, hay un repunte leve, medido y localizado. No, no es un fenómeno global ni un genuino “retorno a la fe”. Podría leerse como una búsqueda genuina de comunidad en un mundo digital frío y aislante… o como un salto hacia lo cómodo en un mundo incierto. Lo cual, de nuevo, no está mal: siempre hemos buscado consuelo. Pero no es la Inquisición 2.0.